Cuando todo se siente cuesta arriba

Es lunes 21 de octubre al mediodía. Estoy sentada en uno de mis rincones favoritos de Asunción. En esta cafetería me siento cerca de la naturaleza.

Estar en la ciudad está siendo un proceso complejo para mí. Aunque sé que es un puente y un período de paso a lo siguiente, es así como me siento ahora.

En la urbe percibo intensamente la densidad, el ritmo incesante y los ruidos que provienen de todas partes. Me siento como si estuviese siendo puesta a prueba para mantenerme en mi centro.

Anhelo estar descalza con los pies tocando la tierra y rodeada de un entorno natural.

El camarero me acaba de traer mi bebida habitual: té negro con una jarrita de leche vegetal. Este sabor me recuerda a Inglaterra y a los años que viví allí. ¿Sabes cuando vas a un sitio y siempre pides lo mismo? Eso es justo lo que hago aquí y me encanta.

Los ventiladores del techo mueven el aire proporcionando una agradable sensación de frescor y frente a mí hay una fuente con un estanque. El sonido del agua cayendo por las piedras me relaja. La presencia de las plataneras, los helechos y el resto de plantas me aporta fuerza vital. Mi cuerpo y alma la necesitan.

No es sencillo para mí dar el paso a venir a aquí. A mi parte introvertida siempre le apetece quedarse en casa con sus velas, inciensos, té y el confort del hogar. Sin embargo, cambiar de ambiente y escenario me proporciona perspectiva.

Cuando todo se siente cuesta arriba

Últimamente tengo la sensación de estar transitando un viaje por el mundo subterráneo. Como si estuviese caminando por un túnel con una vela en mis manos.

No vislumbro precisión de dirección y, a la vez, diviso nuevos horizontes aflorando en mí y frente a mí. Sé que sentirme así es parte de mi tránsito actual y que no hay nada que forzar o cambiar.

Acepto que este es mi momento presente y, a la vez, busco maneras de mover mi energía y ganar lucidez. La eterna búsqueda del equilibrio.

Hoy le comentaba a una amiga que “aunque todo parezca cuesta arriba, continuamos”. Tengo la sensación de estar en una carrera de obstáculos y, a la vez, de ser guiada y sostenida por la vida. Recuerdo que únicamente me corresponde dar un paso a la vez con confianza.

La cultura de “tenerlo todo solucionado”

Me siento con un pie en un mundo en el que aspectos y maneras de ser antiguas están muriendo y con un pie en uno nuevo que se siente más auténtico y alineado.

Es mi percepción que en la cultura de redes sociales, tips, productividad, alto rendimiento, hacks y aparente perfección es necesario dar visibilidad a estos procesos de no saber y de falta de claridad.

Los espacios intermedios y de vacío son tan necesarios como estar en la cresta de la ola.

La ciclicidad de la vida nos recuerda que los períodos de confusión, transición, decadencia y muerte son necesarios para que lo nuevo nazca. Son parte inherente del proceso.

Entonces, ¿por qué los humanos se empeñan en crear una fachada de “tenerlo todo solucionado”?

La transmutación de estos tiempos

Nuestra Tierra, nuestros sistemas y nosotr@s mism@s estamos en plena transformación. La corriente de la marea del cambio es palpable.

Much@s de nosotr@s estamos viendo y sintiendo esta metamorfosis en el mundo pero también en los ecosistemas internos y externos de nuestras vidas.

La Tierra está mutando y se encuentra en ese precipicio entre la decadencia y la regeneración. Somos organismos vivos que forman parte del planeta y nuestras vidas resuenan con los ecos de sus propios procesos.

No tener miedo a tomarse tiempo para ser

Me encanta ir a los sitios cuando apenas hay gente. A mi yo ermitaña le gusta la calma alejada del bullicio. Es como si así pudiese pensar mejor.

Me tomo unos instantes para saborear el té y disfrutar del entorno. Me recuerdo a mí misma que no me tengo que forzar a escribir y que la pausa es parte del combustible que genera la próxima acción.

Cuando me permito observar los pequeños detalles todo cambia y adquiere sentido. Los susurros de la vida se escuchan mejor.

Ahora, al fijarme, veo que una de las plataneras tiene plátanos verdes listos para recoger. Amo los plátanos verdes cortados finitos y hechos al horno.

Me podría pasar horas aquí sentada sin hacer nada viendo el agua discurrir sobre las rocas y escuchando las historias que cuenta.

Desaprender para aprender

Much@s de nosotr@s estamos aprendiendo a desaprender quiénes creímos que éramos.

En mi caso, pensaba que hacer era la única manera de ser amada. Que a través del hacer es cómo recibiría reconocimiento, seguridad y amor.

Ha sido con el paso del tiempo que he recordado que ese no es mi ritmo y que tampoco es el compás orgánico de la naturaleza.

El hacer es parte de nuestra experiencia humana. Y, como parte de esta experiencia, ser es la otra parte esencial y fundamental.

Ser es el cimiento y la estructura que nos permite hacer.

Si no somos, disfrutamos, descansamos y nos nutrimos, nos marchitamos. Si no equilibramos el ser con el hacer, la acción se vuelve monótona, asfixiante y sinsentido.

A su vez, si flotamos por la vida sin motivación por lo que hacemos, en cierto momento, el agua del río de nuestra creatividad y expresión carecerá de un caudal para fluir.

Siento que esto forma parte de lo que estamos recordando o desaprendiendo: que somos merecedor@s cuando no hacemos, cuando no producimos, cuando no sabemos lo que queremos y no sabemos hacia dónde nos dirigimos.

En cualquier caso, merecemos simplemente por ser quiénes realmente somos. Con nuestros momentos bajos, nuestras sombras y nuestros espacios intermedios. No tenemos que justificarlos para ser merecedor@s o aceptad@s.

Todas esas partes quieren ser vistas, aceptadas y reconocidas.

Todo es parte de quién somos.

Hasta aquí llegan mis palabras de hoy. Me siento revitalizada tras plasmar mis pensamientos en papel.

¿Tú también estás transitando este espacio intermedio? Si es el caso, ¿qué está aflorando en ti?

¿Sientes que hay presión cultural con respecto a dar una imagen perfecta y la impresión de “tenerlo todo solucionado”?

Me encantaría que me cuentes. Te leo.

Un abrazo,

Almudena

Anterior
Anterior

¿Qué es lo que me proporciona alegría?

Siguiente
Siguiente

Un nuevo año de vida