Una mujer pegada a un árbol

Es el mediodía del 9 de septiembre de 2024. Estoy sentada junto a un árbol. Hace calor. Calor húmedo. Calor que se pega a la piel.

Frente a mí hay una laguna y diversos pájaros posados en las ramas de los árboles. Si no fuese por el distante rumor de los coches y por las pocas personas que vienen y van por el sendero podría imaginar que estoy en algún paraje recóndito en la naturaleza de Paraguay.

Cuando simplemente nos permitimos hacer lo que realmente queremos

Realidades paralelas

Dos realidades paralelas coexisten en donde me encuentro: la del ritmo de la naturaleza y la humana.

Los pájaros aletean y se posan sobre los árboles. El canto de cada uno de ellos conforma una sinfonía perfecta.

Un zopilote parece que vigila la zona hoy. A veces me lo recuerda con su canto único y distintivo. Como diciendo: “mira, estoy aquí”. Lo contemplo admirada y con respeto por su majestuosidad.

Apenas hay personas en el parque hoy. Es lunes al mediodía y justamente vengo en estos horarios para llenar mi pozo interno y encontrar calma entre el bullicio de la ciudad de Asunción.

Los ritmos

El mundo natural sigue su curso y compás orgánico. Cada quién sabe cuándo reposar o permanecer paciente y cuando le corresponde moverse, volar o actuar. Todo parece tener un ritmo armonioso.

Por otro lado, observo a los humanos que de vez en cuando pasan por el camino. La mayoría visten ropa deportiva y van pendientes de sus dispositivos móviles o hablando con alguien.

Me da la sensación de que la mayoría están apurados, como si el paseo fuese algo más de su “lista de cosas que hacer”.

Son dos realidades paralelas y perfectas que coexisten en un mismo espacio.

Tomo unas inhalaciones y exhalaciones profundas para absorber todavía más el paisaje que tengo frente a mí.

La belleza esperando a ser captada por quién se atreva a verla

Mi voz crítica interna

Últimamente he estado escribiendo mucho en mi libreta. Sin embargo, no he compartido públicamente nada. Es como si quisiese guardarme mis palabras para mí.

Y, a la vez, hay esa voz interior que me dice “¿a quién le va a importar esto?”. “La gente quiere leer cosas prácticas, que les lleven de A a B y que les proporcionen valor”. - Me dice Betty (ella es mi voz crítica interna).

Me imagino a Betty como una señora estirada y perfeccionista a la que no le gusta casi nada de lo que hago.

“Esta es mi vida, este es mi mundo y estos son mis pensamientos. Esto es lo que me apetece compartir y de lo que me apetece escribir ahora: fragmentos de mi vida cotidiana y de mi humanidad”. - Le digo a Betty con una sensación de tener que justificarme.

“Además, ya sabes que no soy influencer ni pretendo serlo”. - Le digo ahora a Betty en mi mente entre risas.

Estoy tan sumergida en mi escritura que apenas percibo el ruido de los vehículos. Ahora el ruido de los pájaros y de la naturaleza captan toda mi atención.

“Escribir me hace bien. Escribir me permite identificar qué siento. Escribir ordena mi realidad”. - Me digo ahora interiormente a mí misma.

Unos rayos de sol se asoman ahora y bañan mi cabello y mi espalda. Es un sol agradable. Agradezco su presencia.

Los árboles ya están en flor. La primavera se acerca en el hemisferio Sur.

Esta es mi primera primavera en Sudamérica y me pregunto cuánta más calor va a hacer en los próximos meses. - Me río de nuevo.

“Betty, gracias por tus comentarios pero voy a compartir este escrito públicamente. Tengo la sensación de que otras personas tienen a sus Bettys personales machacándolas y, al final, se echan atrás a la hora de mostrar su expresión auténtica al exterior”. - Le digo a Betty interiormente.

“Además, siento que muchas de esas personas tampoco quieren ser influencers como yo y aprecian su intimidad y privacidad”. - Añado.

Florescencia primaveral

La naturaleza habla

Hay un grupo de pájaros cerca de mí (desconozco su nombre) además de un cardenal. El cardenal es inconfundible por su cresta roja.

Me sorprende lo cerca que caminan y aletean cerca de mí. Todos se están alimentando de sustento que yace en el suelo.

Ellos me recuerdan la abundancia de la vida. Que la vida siempre provee.

Me encanta venir aquí. Este espacio siempre me cuenta una historia y me revitaliza.

Pronto iré a dar un último paseo por el parque y después me iré a comprar más libretas. Esta se va a acabar dentro de poco.

Me apetece mucho seguir escribiendo. No sé a dónde me va a llevar esto pero sé que quiero seguir alimentando la llama de la escritura.

Aquí finaliza el extracto del escrito en mi libreta.

Y, tú, ¿tienes esa crític@ interna (o esa “Betty”) frenándote a cultivar o compartir algo que te encanta? Me encantaría que me contases. Te leo.

Si sientes la llamada a conectar en alguna formación en directo, puedes acceder al calendario aquí.

Un abrazo,

Almudena

Anterior
Anterior

Páginas matutinas: la pausa

Siguiente
Siguiente

Flexibilidad en tiempos de cambio